"Una y dos", murmura Dakkhi para sí misma mientras arranca las hojas de la planta del té. Es un caluroso día de verano. Suda y sufre mareos porque lleva horas trabajando bajo el sol. Le duelen los dedos y los pies, pero no puede detenerse, hay mucho trabajo por hacer: debe recoger 23 kilos de hojas, y eso son muchas horas contando que de cada mata solo puede recoger las dos últimas hojas, porque las otras amargan y no dan sabor.
La recolecta de las hojas de té es un trabajo que hacen las mujeres porque tienen las manos más finas.
Trabajan seis o siete días a la semana durante 8 horas por un salario que apenas llega al euro al día. Es un trabajo duro: todo el día de pie, llueva, haga frío o calor en medio de una maleza llena de mosquitos, arañas o serpientes.
Bangladesh es uno de los países que más kilos de hojas de té produce anualmente. El inicio de las plantaciones de té en la zona norte del país se remonta al tiempo en el que formaba parte de la colonia británica. Los bangladesíes se negaron a trabajar allí al ver las condiciones durísimas a las que querían someterlos, así que los colonos trajeron a trabajadores de fuera del lugar. Personas de castas bajas de la India, de diferentes tribus con diferentes lenguas, a las que prometieron una tierra de manantiales y miel, pero lo que se encontraron fue una selva por desbrozar. Tuvieron que construirse sus propias casas y quedaron sometidos a un trabajo que 150 años después les sigue encadenando a la tierra.
En las plantaciones viven familias enteras, pero solo puede trabajar una persona por familia.
Dakkhi sabe que no puede permitirse el lujo de descansar o enfermarse, ya que su marido está prácticamente ciego y no puede trabajar. Y su jornada no termina cuando finaliza el trabajo en la plantación del Jardín de Té de Udnaherra; al volver a casa debe cocinar y limpiar para toda familia. Y así es para ella todos los días. Ella es el único sustento.
Tiene 30 años, pero aparenta diez más. Las mujeres que trabajan en las plantaciones de té envejecen muy rápidamente. Los trabajos de los hombres tampoco son mucho mejores. A ellos les toca fumigar, pero como trabajan sin protección, se envenenan lentamente.
Unas condiciones de vida medievales
Los trabajadores de las plantaciones de té no son dueños de sus propias casas. Todas las familias, como la de Dakkhi, viven en pequeñas chozas de una habitación que les asigna la autoridad del Jardín de Té, es decir, la empresa que explota el lugar.
La electricidad puede ser la única instalación moderna que disfrutan en su casa. No tienen pozo, agua corriente, ni tampoco letrinas. Utilizan el agua de los canales sucios para la limpieza y para beber, recogen el agua del pozo del vecino.
La mayoría, incluidos los niños, que viven en la plantación, sufre de malnutrición. Su dieta se basa casi exclusivamente en pan o arroz hervido y soja porque no pueden comprar carne o pescado. Debido a que defecan y orinan en espacios abiertos y no se alimentan de manera saludable,
a menudo sufren de diarrea, cólera u otras enfermedades.
Tampoco tienen acceso a ningún hospital. Dependen del dispensario médico del jardín local. Por ello, muchos niños mueren por enfermedades que se podrían curar con medicamentos que solo cuestan 4 euros, pero no los tienen.
Las mujeres dan a luz en sus casas, con el apoyo únicamente de las mujeres de la familia y con el peligro que esto conlleva cuando el niño no viene bien. La mayoría de ellos están excluidos de los programas de seguridad social del gobierno. La pobreza concentrada, el escaso acceso a la educación, la alta tasa de abandono en el ciclo de educación primaria, la alta prevalencia de la malnutrición, la alta tasa de enfermedades transmitidas por el agua, las deficientes instalaciones de agua y saneamiento, la falta de oportunidades para ganarse la vida y la falta de protección de los niños, son fenómenos comunes en su comunidad.
Unas condiciones de vida intolerables y que están bajo el foco de muchas oenegés, como la nuestra, que estamos presionando al gobierno para mejorar y dignificar las condiciones de vida de estas personas.
La educación, otra asignatura pendiente
El acceso a la educación en estos lugares no es mucho más esperanzador que las condiciones en las que viven. Todo lo contrario. Hay pocas escuelas, y las pocas que hay consisten en una habitación, muchas veces sin ventana, sin pizarra, sin mesas ni sillas y un profesor con buena voluntad que debe dar clase a niños de primaria y secundaria mezclados en la misma clase.
Así,
el horizonte para un niño o niña de las plantaciones de té es bastante oscuro. Estudiar para seguir trabajando en la plantación, sustituyendo al padre o la madre. Muchas veces, si la madre o el padre mueren, se tienen que poner a trabajar y dejar la escuela con tan solo 14 años. Y como son menores, en lugar de 1 euro, les pagan 60 céntimos. La infancia se termina en un minuto.
Dakkhi es analfabeta, solo puede firmar con su nombre. No tiene acceso a los servicios sociales ni recibe ningún subsidio del gobierno por la discapacidad que sufre su marido. Tiene muy poco conocimiento sobre los programas de la red de seguridad social del gobierno de Bangladesh y no sabe dónde llamar o a dónde ir para obtener ayuda y apoyo. Se están ahogando lentamente en el oscuro abismo de la pobreza.
La historia de Dakkhi puede ser dramática, pero es el pan de cada día en su comunidad. Las más de 350.000 personas que trabajan en los 160 jardines de té de Sylhet y Chattogram viven en las mismas condiciones. Ganarse la vida como trabajador del té ya es bastante difícil, si además vives en tan duras condiciones, hace que sus vidas sean insoportables.
Un rayo de esperanza
Ante esta durísima realidad, no podíamos quedarnos con los brazos cruzados. Por eso
llevamos a cabo un proyecto educativo para dar una oportunidad a los niños y jóvenes y opciones de subsistencia para las mujeres, denominado Aloy Alow.
A través de él,
procuramos que todos los niños de las plantaciones de té de las zonas de Tea Gardens y de Haor
tengan acceso a una educación de calidad, tanto en primera infancia como en preescolar y primaria. También trabajamos para que los padres tengan más conocimiento sobre la salud y nutrición de los niños y sus familias y
nos coordinamos y movilizamos con el gobierno local y las autoridades de la plantación
para que garanticen que estas personas tienen acceso a los servicios sociales y a que el gobierno se haga cargo de ellas.
Desde que empezó el proyecto
hemos construido nuevas escuelas y guarderías, así como rehabilitado las que ya existían. También
hemos mejorado la malnutrición que sufren las familias y prevenimos la transmisión de enfermedades por el agua entre los niños a través de talleres de formación y la
construcción de pozos y letrinas.
En el caso de Dakkhi, fue seleccionada para recibir un curso de jardinería doméstica con el que aprende a cultivar su propio huerto familiar. Recibe diferentes semillas y eso ayuda a disponer de más vegetales para poder diversificar su dieta y la de su familia; y si hay excedente, lo puede comercializar y tener más ingresos. También forma parte de un programa de concienciación para mejorar el cuidado y desarrollo de sus tres hijos.
El pequeño de los niños, de tres años, fue admitido recientemente en una de nuestras guarderías. Sufre de desnutrición, por lo que su tasa de crecimiento no ha sido como la de otros niños. Sus dos hijos mayores estudian, pero no son regulares en la escuela, pues a Dakkhi le resulta difícil pagar su educación. Su hijo mayor, Nayon Tanti recibe formación extra para poder seguir las clases en la escuela, y su hija, Dulali también recibe el seguimiento de los comités de gestión escolar y los consejos estudiantiles para que todos los niños, incluyendo a Dulali, sean regulares en las escuelas.
El marido de Dakkhi nos solicitó apoyo para costear su operación de ojos, por lo que el equipo de Bangladesh se está organizando para conseguir apoyo financiero del gobierno local, la autoridad del Jardín de Té y el
Panchayat, el consejo de la aldea. Si recibe tratamiento y sus ojos mejoran, podrá contribuir a los ingresos de su familia.
También se gestionará con el gobierno local la construcción de una letrina sanitaria para el hogar de Dakkhi y recibirán el apoyo de voluntarios de la comunidad para mantener una mejor práctica de higiene en su familia.
Con esta intervención, personas como Dakkhi y su familia mejoran sus condiciones de vida y, con el apoyo de los servicios sociales del gobierno,
podrán finalmente salir de la pobreza. El proyecto atiende a un total de 38.000 niños y niñas y está cofinanciado por ChildFund Korea.