Terremoto en Marruecos: el compromiso de reconstruir no solo las casas, también los sueños de los niños y niñas

El pasado 8 de septiembre nos impactó la noticia de que se había producido el peor terremoto registrado en Marruecos del último siglo, tanto es así, que el sismo se llegó a sentir en las islas Canarias y en el sur de la península. Un terremoto de una gran magnitud y destrucción que, hasta la fecha, ya se ha cobrado la vida de más de 3000 personas, ha dejado heridas a unas 5000 y ha afectado a más de 100.000 niños y niñas. Hogares, escuelas, y pueblos enteros completamente devastados que desde un día para otro tienen que empezar de cero. 
 
Una agonía ante la que no queremos permanecer indiferentes, por eso, desde el pasado 13 de septiembre, Educo, a través de la Alianza ChildFund de la que formamos parte y del Comité de Emergencia, estamos en el terreno. Ya se han empezado a distribuir productos de primera necesidad como mantas o linternas para cubrir la falta de electricidad debido a los daños en las infraestructuras. Estas distribuciones continuarán en los próximos días mientras se llevan a cabo nuevas evaluaciones puesto que se han identificado unos 1500 hogares en tres zonas distintas para continuar la distribución de ayuda. 
 
Actualmente, las principales necesidades son tiendas de campaña, colchones, sacos de dormir, mantas, ropa, bidones para almacenar y usar agua potable, linternas y artículos de cocina para preparar comida, así como refugios para equiparlos con material escolar y que los niños y niñas puedan volver a su normalidad y seguir con sus estudios, además de apoyo psicológico a las familias que han perdido su hogar. 

Y es que desde Educo creemos que la emergencia no puede hacer olvidar el derecho a la educación de los niños y las niñas. Ahora, con este terremoto, el primer paso es asegurar su protección y su alimentación, pero sin olvidar que la educación también es urgente. Por eso, en la medida de lo posible y cuando la situación lo permita, es importante que estos niños y niñas puedan seguir aprendiendo. Si no lo hacen está en juego el presente y el futuro del país.

Brahim Boughrara, fotógrafo profesional marroquí que participó en las tareas de rescate y con el que hemos colaborado para tener imágenes de los pueblos más afectados por el terremoto, nos cuenta la situación desde su mirada y tras su cámara:

La agonía de Marruecos: La tierra tembló y destruyó muchos corazones  

"En las montañas del Alto Atlas, en el corazón de Marruecos, entre las ruinas que ha dejado el terremoto implacable, me erijo en testigo, pero sobre todo en narrador. En medio de tal carnicería, cada clic de mi cámara se siente como un grito ahogado. Las casas destruidas, antaño llenas de alegría y sueños, yacen ahora rotas, con sus recuerdos enterrados tras montones de escombros. 

El terremoto ha dejado a su paso un camino de destrucción total, con casas reducidas a escombros y sueños truncados. El entorno que veo es un terrible mosaico de devastación, donde la tranquilidad que antaño adornaba este lugar ha sido arrancada por la venganza de la naturaleza.  



Estas fotos son algo más que píxeles en una pantalla o tinta sobre papel: son ventanas a un mundo que ha cambiado permanentemente. Son una llamada a la acción, un grito a la empatía y un recordatorio de que a todos nos une nuestra humanidad. En cada imagen quiero subrayar la necesidad de echar una mano y ofrecer compasión a las personas que han sufrido tantas pérdidas. Mi cámara es mi herramienta, pero es mi corazón es el que me inspira a captar estas historias, a dar testimonio de la angustia y a iluminar el camino hacia la curación y la esperanza. 

El seísmo ha dejado a la población de Douar Tamjoujt , Douar Ijouka , Zaouit N Tast , Zaouiate Tassafte , Agourguine , Talat N'Yaakoub, Doutaourirte , Ouzlim de luto y sus hogares en ruinas. Los artículos de primera necesidad escasean y las infraestructuras están destruidas. Pero a pesar de su sentimiento de impotencia, la comunidad se une para reconstruir sus vidas y su aldea a partir de los escombros, demostrando su capacidad de recuperación.  

La gente con la que he hablado lleva la carga del dolor y el trauma. En sus mentes pesa el dolor por los familiares fallecidos y por sus hogares, antaño pacíficos. Sin embargo, hay un rayo de esperanza, una determinación de reconstruir y un sentimiento de unidad que alimenta sus espíritus. Mohamed me comparte su dolor: “Estoy en las ruinas de mi antigua casa, un lugar lleno de recuerdos y esperanzas, en medio de mi peor dolor. Donde antes había una casa, ahora no hay más que vacío, el peso de la pérdida es aplastante. Sin embargo, hay un destello de resistencia en esta cruda situación para volver a empezar”. 

En el futuro inmediato, las necesidades en esos pueblos y sus alrededores siguen siendo críticas. Junto a la necesidad urgente de refugio, como tiendas de campaña que ofrecen una apariencia de seguridad y privacidad en medio del caos, alimento y atención médica, hay una necesidad acuciante de apoyo psicosocial para ayudar a los supervivientes a superar el trauma. Además, hay que restablecer los recursos y las instalaciones educativas para garantizar que los niños puedan continuar su educación mientras reconstruyen sus vidas.  



Los niños de estas aldeas se están adaptando a circunstancias difíciles después de que el terremoto destruyera su escuela. Algunos participan en actividades de aprendizaje informal, mientras que otros ayudan a su familia con las responsabilidades posteriores al desastre.

He visto escuelas, que antes brillaban con la promesa de la educación, reducidas a restos de lo que una vez fueron. Pero lo que más me desgarra el corazón es la tremenda angustia grabada en las mejillas de la gente que he conocido, rostros que han visto cómo su mundo se hacía añicos. 

He visto como niños que deberían estar jugando y aprendiendo se enfrentan a la dura realidad de la supervivencia. Sus ojos inocentes encierran ahora una sabiduría superior a la de sus años, una perspicacia nacida de la adversidad.  

Mi objetivo captó una imagen devastadora: aulas desprovistas de vida, donde antes resonaban las risas y alzaban el vuelo las aspiraciones. La ausencia de los jóvenes, de sus ingenuas esperanzas y de los abnegados profesores que iluminaban sus caminos era un triste recordatorio de la implacable fuerza de la naturaleza.  

A pesar de los daños, surgió un rayo de optimismo: el compromiso de reconstruir no solo las casas y la argamasa, sino también los sueños de innumerables niños. Con el tiempo, estos muros destrozados resonarán con la hermosa sinfonía del aprendizaje y el rejuvenecimiento. 

  La vida es bella con educación".

  Brahim Boughrara 

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