Yolanda Guisado, madrina de Educo, viajó el año pasado a
India, donde
visitó los proyectos en Pune y conoció a su niño apadrinado. Una experiencia que la ha vuelto, dice, “más humana y más cercana a lo esencial”.
Hoy nos lo cuenta en primera persona desde su hogar en Alcalá de Henares (Madrid).
El pasado verano planificamos nuestras vacaciones para viajar a India. Era una idea que me rondaba la cabeza desde que tuve la fortuna de ser nombrada madrina de Abhishek, hace unos cinco años. Estuvimos varios meses preparando información sobre este inmenso país-continente que alberga la descomunal cifra de 1.200 millones de habitantes y múltiples razas, religiones y clases sociales que coexisten en precario equilibrio.
Me acompañaba mi compañero Alfonso, maestro, con los sentidos alerta para no dejar pasar nada de esta fabulosa experiencia. Aterrizar en Delhi y pasar allí un par de días ya te transporta a otro mundo de caos, ruido y ajetreo que poco a poco fuimos capaces de ir asumiendo. Las multitudes, los olores, el calor aplastante; la vida latiendo en cada calleja de día y de noche sin separación precisa de las horas o los días. Las enormes distancias, el idioma, las especiadas comidas... todo ajeno a nuestras costumbres europeas.
Los proyectos de Educo en India se desarrollan en distintas zonas pero nosotros visitaríamos la ciudad de Pune (Poona)
, en Maharashtra. Esta ciudad con más de 4 millones de habitantes es una mezcla de la India tradicional y de la India más moderna con elevados índices de desarrollo que contrastan con zonas paupérrimas. Pudimos visitar lugares emblemáticos como el Palacio de Aga Khan que alberga el “Gandhi National Memorial”, imprescindible.
El día más enriquecedor
El día más intenso, sobrecogedor y enriquecedor para nosotros de todo el periplo por India fue sin duda el que compartimos con el equipo de Educo, de la mano de la organización local Awakening Jagriti
. Mustafá y Shamir nos recogieron a primera hora de la mañana para mostrarnos sobre el terreno el proyecto que desarrollan en esta zona.
Visitamos primero las oficinas centrales y conocimos a todo el personal. Aledaño a estas dependencias está el centro especializado en atención a niños con parálisis cerebral, el único que ofrece una atención adecuada a estos niños en toda la ciudad de Pune. Nos emociona ver a los profesores volcados en atender a estos niños, en estimular su percepción, con pocos medios pero mucho esfuerzo, profesionalidad y grandes dosis de cariño, recibiendo a cambio lo más valioso, una sonrisa.
Tras esta sobredosis de emoción contenida y elogiando la labor de los educadores, nos acompañan a visitar una escuela que alberga unos quinientos niños y niñas de primaria. Sus uniformes y carteras de la organización los hacen inconfundibles pero además, sus ojos despiertos, sus miradas furtivas, su curiosidad y su ilusión nos aseguran que los pocos recursos de que disponen son bien empleados y contribuyen a que su educación sea posible. Nos regalan canciones y flores.
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El hogar de Abhishek
Por fin, nos trasladamos hasta una pequeña población en las afueras donde vive Abhishek, de diez años, con sus padres y su hermano mayor. En una sencilla casa de adobe con una sola estancia vemos la diminuta cocina con sus relucientes recipientes de aluminio; una tarima que hace las veces de cama y sofá; una máquina de coser con la que la madre trabaja para mejorar la vida de los dos hijos, que son buenos estudiantes; las paredes decoradas con dibujos infantiles. Nos descalzamos para entrar mientras el pequeño corre a casa de una vecina para coger unas sillas prestadas.
Es muy emocionante ver la carita de este niño que sólo conocíamos por una fría foto con uniforme escolar y que sin embargo forma parte de nuestro hogar allí en Alcalá de Henares. Tímido y sonriente, discreto, vivo, con los ojos muy expresivos, se sienta a mi lado y en un sencillo inglés le pregunto su nombre y lo oigo de sus labios. Por fin sé cómo se pronuncia: Abhishek. Le digo el mío e intercambiamos más miradas que palabras
Hemos traído algunos materiales escolares, cuadernos, libritos, atlas, pinturas de colores... Rápidamente se decanta por las pinturas. Su madre nos cuenta que le encanta dibujar y que tiene la casa llena de dibujos. Le pido si quiere regalarme un dibujo hecho por él y rápidamente accede, comienza a trazar líneas con colores que componen un precioso “martín pescador”, que es un ave emblemática en India. Le acompañamos luego a su escuela de barrio donde conocemos a sus profesores y resto de compañeros. Aquel día,Abhishek fue el centro de atención de todas las miradas de los demás niños y no sabría decir si le podía más la vergüenza o la satisfacción. Para nosotros fueron unas horas inolvidables en las que cada muestra de cariño y agradecimiento nos encogía más el corazón sintiéndonos mucho más en deuda con todos ellos por la labor tan magnífica que desarrollan y sabiéndonos privilegiados de poder contribuir desde nuestros lejanos hogares con este pequeñísimo grano de arena a mejorar las oportunidades de estos niños.
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Escuelas para hijos de trabajadores de la construcción
La última visita fue a una escuela-barracón para los hijos de los trabajadores de la construcción. Son escuelas prefabricadas sobre suelos de cemento y muy rudimentarias donde se trata de dar una mínima educación así como apoyo higiénico y alimentario a los hijos de los trabajadores de la construcción que ocupan todo su tiempo fuera del hogar a cambio de unos salarios ínfimos, viven en barracones y se van trasladando a medida que las construcciones de los pisos van terminando. Trabajan tanto padres como madres por lo que los niños quedan solos en los hogares y no asisten a las escuelas tradicionales. Con estas escuelitas se mantiene a los niños recogidos y poco a poco van aprendiendo las primeras letras y números.
La experiencia en general en India fue impactante. Las enormes diferencias entre unas zonas y otras, los cultos y costumbres tan alejados del mundo occidental, la distancia insalvable de castas y clases, religiones... Y sin embargo de las cinco semanas en que recorrimos una parte de su geografía lo que más tocó nuestro corazón fue la jornada que compartimos con los trabajadores de Awakening Jagriti
y con todos los niños que son el verdadero sentido de este proyecto.
Regresamos distintos: más humildes, más cercanos a lo esencial, más humanos. Nuestro agradecimiento por hacerlo posible.
Yolanda Guisado y Alfonso Burdiel
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Hola, he llegado aquí porque en 2 de primaria tuve un maestro que nunca olvidaré. Hoy, casi 40 años después he visto en mi libro de escolaridad que se llamaba Alfonso Burdiel Remacha. Espero que sea el maestro que firma este texto y siga dejando huella positiva en muchos/as niños/as. Un abrazo