Pocos jóvenes tienen acceso a la educación secundaria en Burkina Faso. Las razones son varias, pero la principal es la pobreza. Las familias, especialmente las que viven en zonas rurales, tienen muy pocos recursos para subsistir y la escolarización post primaria de los niños y niñas es un gasto que no pueden asumir. Además, la mayoría de las escuelas de secundaria se encuentran en las ciudades, lo que dificulta aún más el acceso.
La búsqueda de trabajo, incluso para los niños y jóvenes, provoca importantes desplazamientos internos de población, especialmente de las zonas rurales a los centros urbanos, con todos los riesgos que comporta la migración forzosa. Y es que la tasa de desempleo es altísima para los jóvenes de este país africano: más de un 60% de desempleados son menores de 24 años.
Una de las salidas que encuentran los jóvenes, pero también los niños, es el trabajo en las minas de oro. Los agujeros de acceso a la mina son pequeños, así que el cuerpo de un niño es ideal para introducirse en él y sacar el máximo de mineral posible. Trabajar en una mina de oro puede ser uno de los trabajos más duros del mundo para un adulto, pero si además eres un niño, la cuenta sale a perder seguro: por la peligrosidad del lugar, por las condiciones de trabajo y sobre todo porque pierden la oportunidad de ir a la escuela y ser lo que ellos decidan ser.
Mamoudou trabajaba en una mina de oro de Tanllili, un pueblo a pocos kilómetros de Ouahigouya. Dejó la escuela en segundo grado. “Mi vida no era fácil. Trabajaba con otros niños con los que bajábamos a los agujeros para subir el oro a los montículos de tierra. Cada día ponía en riesgo mi vida. Muchos de mis compañeros enfermaban, se lesionaban o incluso perdían la vida”.
Este joven burkinés trabajaba sin descanso en la mina en contra de su verdadero deseo que era formarse en alguna profesión. Hasta que su hermano le habló de nosotros. “Mi hermano me informó de que una oenegé apoyaba a jóvenes como yo para que aprendieran un oficio de su elección. Así que me preguntó si estaba interesado"
Este es uno de los proyectos que llevamos a cabo en la zona norte de Burkina, concretamente en Ouahigouya. Identificamos a los jóvenes en situación de extrema vulnerabilidad, como Mamamdou o Aminata, y les ofrecemos una salida gracias a la formación técnica. Además, les dotamos de una pequeña suma económica que les permite cubrir sus necesidades más básicas mientras dura la formación de ocho meses.
"Sin pensar le dije que sí porque no podía soportar más la vida en la mina. Solo quería salir de allí. Mi hermano informó a Educo de mi situación y los compañeros de la oenegé lograron que empezara a formarme como carpintero en un taller bajo la supervisión de un maestro artesano. Desde mi llegada al taller me siento bien y más seguro que en la mina. He aprendido a hacer pequeñas piezas de mobiliario como bancos, mesas, sillas o estanterías.
Estoy muy satisfecho con todo lo que estoy aprendiendo. Si mi tiempo de aprendizaje que es de ocho meses llega a su fin, pediré a mi maestro artesano una prórroga para reforzar mis conocimientos. Entonces podría abrir mi propio taller”, nos cuenta el joven que se muestra muy agradecido.
“Gracias a Educo por la oportunidad que me ha dado de cambiar mi vida. Hago un llamamiento a todos los niños como yo que aún trabajan en las minas de oro para que dejen estos lugares porque una mina no es un lugar para un niño: el riesgo y el peligro es demasiado alto”.
Tú también puedes dar esa oportunidad de cambio que están esperando muchos jóvenes como Mamadou o Aminata, ¿Colaboras con un regalo solidario?
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