“Cuando has tenido que huir de tu ciudad por una guerra, cuando lo has perdido todo por culpa de un terremoto o vives en un campo de refugiados, ir a la escuela y aprender es tu tabla de salvación. Allí niños y niñas no solo se forman, sino que se relacionan y juegan en un espacio protegido, en el que se les cuida y se evita que sean víctimas de más violencia”, explica nuestra compañera Paula San Pedro de Urquiza, coordinadora de Incidencia y autora de nuestro nuevo informe La educación en emergencias: una tabla de salvación, en el que analizamos la financiación que tiene la educación en contextos de emergencia, incluido el caso de Ucrania que por estas fechas, hace dos años, estalló el conflicto.
En una emergencia, la educación es uno de los primeros derechos que se pierde y de los últimos que se recupera. Por todo ello, es imprescindible que la educación en emergencias esté suficientemente financiada, sobre todo si queremos que nadie se quede atrás, viva donde viva. Este es el segundo año consecutivo que lanzamos un informe que analiza los fondos destinados a este tema con vocación de hacer un seguimiento e impulsar que crezcan.
Tras dos años, la guerra en Ucrania ha tenido consecuencias importantes en su sistema educativo, como por ejemplo que al menos el 26% de las 3.978 escuelas del país han sido dañadas o destruidas. Pero, sorprendentemente, no se ha producido un retroceso en la educación del país. Al contrario, ya que indicadores como la alfabetización o la finalización de la primera etapa de secundaria han mejorado respecto a otros años. “El caso de Ucrania es una rareza. Esta mejora ha sido posible porque el gobierno del país ha seguido invirtiendo en la educación, a pesar de la guerra, pero también por el impulso que le ha dado la financiación internacional, 109 millones de dólares, cubriendo el 71% de los fondos demandados”, explica San Pedro.
Ucrania es una excepción. En realidad, lo habitual es que en los países en los que se está viviendo una crisis humanitaria los niveles educativos se resientan. El 88% de estos tiene problemas realmente graves para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, el que recoge que en 2030 estos países deberían lograr una educación inclusiva, equitativa y de calidad. Estamos hablando de Siria, que en marzo llevará trece años en guerra; de Yemen, que entrará en su noveno año de conflicto; de Afganistán, bajo el régimen talibán; los países del Sahel - como Malí, Burkina Faso y Níger - donde ha empeorado la situación en los últimos tiempos; o Gaza, donde a día de hoy 625.000 alumnos y alumnas no tienen acceso al sistema educativo.
“El caso de Ucrania nos muestra que es posible mantener e incluso mejorar la educación de un país, aunque este se encuentre inmerso en una emergencia. Pero para ello tiene que haber una apuesta económica decidida, organizada y clara por parte de la comunidad internacional”, urge la autora del informe. En la última década las demandas educativas de los países que sufren emergencias se han multiplicado por siete, mientras que los fondos lo han hecho por cuatro. Es decir, en diez años se ha pasado de necesitar 517 millones de dólares a 3.785. Y aunque es cierto que los países y las organizaciones han aumentado la cantidad de dinero donada al sector educativo, este ha sido claramente insuficiente. Se ha pasado de 190 millones de dólares a 805 millones en esos mismos diez años.
Las cifras que recoge el informe evidencian que la educación en emergencias es un sector infrafinanciado. Con menos de un 4% del total de los fondos humanitarios en 2023, ocupa el décimo lugar en las crisis, muy por detrás de la alimentación, el refugio, la higiene o el agua. Esto hace que en 8 de cada 10 crisis se reciba menos de la mitad de los recursos que se necesitan para dar respuesta a las necesidades educativas.
Tanto Educo como el resto de los miembros de la Campaña Mundial por la Educación reclamamos que la financiación de la educación en emergencias sea el 10% del total de la ayuda humanitaria. Los principales contribuyentes en educación en emergencias a nivel mundial son la Unión Europea, Estados Unidos, Alemania, Japón y Noruega, que suman tres cuartas partes del total de la financiación.
España aporta actualmente el 1% del total de las donaciones y se sitúa a la cola junto a Finlandia y Dinamarca. Cabe destacar que ha sido en los últimos años cuando se ha hecho un esfuerzo mayor por mejorar su aportación. En la última década ha pasado de no aportar ni un euro a este ámbito a donar 7,6 millones de euros en 2013.
“En los últimos años España ha hecho un esfuerzo evidente en la financiación de la educación en emergencias. Este último año ha supuesto el 11% del total de la ayuda humanitaria. Esperamos que esta apuesta política siga en los próximos años y que suponga el reconocimiento de lo que significa para la infancia poder seguir aprendiendo en cualquier contexto”, pide nuestra coordinadora de Incidencia. “Dado que es vital poner en la agenda humanitaria la relevancia de la educación en emergencias, países como España que ya apuestan por ella deben, ahora, promover que sus socios europeos también lo hagan”.
Ucrania ha sido el país que ha recibido más dinero por parte de España destinado a la educación del país, casi un tercio del total. En segundo lugar, está Venezuela (29%), seguido de Afganistán (12%), Malí (11%) y Níger (10%). Muy por detrás están Siria, Líbano o Chad.
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