Acabamos de dejar atrás otro año, pero no las historias de todos los niños y las niñas con los que hemos compartido el camino. Estas historias nos acompañarán para siempre e inspiran cada día nuestro trabajo. Nos detenemos un momento, cogemos aire y repasamos todos los sueños que se han hecho realidad gracias a la tenacidad de las personas que participan en nuestros proyectos y al apoyo de nuestros donantes. Todo tiene sentido. Y con las pilas cargadas miramos hacia adelante para continuar al lado de la infancia, para que todos y todas tengan las mismas oportunidades y este nuevo año nos traiga muchas más historias de superación. Aquí os dejamos algunas de las que hemos sido testimonios en 2022.
“Antes me daba vergüenza decir que mi dieta era a base de hierbas, pensaba que no me aportaban nutrientes”, comenta doña Catarina, sentada entre una variedad de hortalizas y verduras que tiene sembradas: perejil, fresas, chile, entre otras. Para ella, consumir del campo era motivo de discriminación. Después de varios años de fortalecer sus conocimientos con proyectos como el que Educo y Fundebase llevamos a cabo en el departamento de Quiché, en Guatemala, con el apoyo de la Unión Europea, ahora Catarina dice enorgullecerse de lo que produce en su parcela.
Asmita tiene 15 años y reside en el distrito de Kandhamal, en el estado de Odisha, en India. A pesar de pertenecer a una comunidad tribal y vivir en un bloque dependiente de la mano de obra y del trabajo agrícola –e históricamente marginado y con pocas oportunidades generalizadas de futuro–, la vida de Asmita era la que debe llevar cualquier chica de su edad: iba a la escuela y estudiaba octavo curso. Sin embargo, una discapacidad y un terrible accidente sufrido por su padre lo cambió todo por completo.
La violencia y el miedo a la persecución en su ciudad natal empujaron al exilio a Ismot y a su familia, de la etnia rohingya, y desde 2017 residen en el campo de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladesh. Sin embargo, no pudieron establecerse en el campo en el que actualmente residen desde el comienzo y durante un periodo tuvieron que vivir en la calle. El inicio de su nueva vida ya en Cox´s Bazar no fue nada fácil: "Estaba muy deprimida. Me quedaba en casa callada y llorando constantemente", recuerda.
Con tan solo 15 años Sétou tuvo que abandonar su hogar en la comuna de Yangasso, en Mali, y encaminarse sola hacia la gran ciudad. No fue un capricho, no lo hizo en busca de aventuras y ansia de conocer mundo, lo hizo en defensa propia. La joven, hija de campesinos, se enteró de que su familia planeaba casarla con un hombre 40 años mayor y la única opción que encontró fue abandonarlo todo, también la escuela en la que ya cursaba octavo, en busca de una vida mejor, pero terminó siendo explotada como trabajadora doméstica.
Tras más de cuatro meses aprendiendo juntos a identificar y actuar frente a la violencia, adolescentes del barrio de Badalona Salut Alta, en España, y Sucre, en Bolivia, han compartido una jornada de intercambio durante la cual pudieron conocerse y compartir reflexiones. Se trata de una de las actividades del proyecto de prevención de la trata infantil en Bolivia que llevamos a cabo con la colaboración de la Agencia Catalana de Cooperación.
Efren tiene 17 años y lleva tres trabajando para ayudar al negocio familiar: fabricar y vender escobas. Él es uno de los 200 niños y niñas que participan en nuestro proyecto para reducir el trabajo infantil en Filipinas, concretamente en la región de Bicol. Aquí, las familias participan en charlas sobre los peligros a los que se enfrentan sus hijos y las pocas oportunidades que tendrán si dejan la escuela. También reciben apoyo económico y material escolar para que destinen sus escasos ingresos a cubrir sus necesidades básicas.
La erupción del volcán Cumbre Vieja en la isla de La Palma dejó imágenes que quedarán para siempre en nuestras retinas. La fuerza de la naturaleza es imparable y cuando se muestra en su máximo esplendor puede ser un espectáculo, pero también una catástrofe. La lava del volcán dejó a su paso miles de hogares destruidos, escuelas arrasadas y cientos de familias que se quedaron sin nada de la noche a la mañana. Ahí estuvimos desde el primer momento para ofrecer un respiro a los niños y las niñas y fuimos adaptando nuestro trabajo a sus necesidades.
Un año después de que los talibanes tomaran el poder de nuevo en Afganistán, con el foco mediático hacia otras crisis humanitarias, la población debe sobrevivir en unas condiciones durísimas, especialmente las mujeres y las niñas. Aquí, en una zona donde el 95,5% de las personas padecía hambre y más del 70%, hambre severa, pues sobrevivían con pan y té durante más de 15 días, pusimos en marcha un proyecto con el que entregamos dinero en efectivo a mujeres solas con hijos a cargo. En total, 180 hogares formados por 250 mujeres y 750 niños y niñas se benefician del programa.
Desde Ucrania conocemos algunas historias de mujeres que consiguieron huir de las bombas e intentar vivir en paz en los lugares donde esperan junto con sus hijos para volver a casa. Ninguna quiere salir del país porque quieren permanecer lo más cerca posible de sus hogares y de los hombres de la familia que están en el frente. Uno de estos lugares es el albergue de Izmaíl, donde se hospedan más de 130 mujeres y sus hijos como Larissa, que tiene 51 años y llegó al albergue con su hija, sus cuatro nietos y su nuera. Nos acercamos a su historia y también a las de Natalia, Zarina y Olga.
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