La llegada al mundo de un bebé es sinónimo de alegría y felicidad, en la mayoría de los casos. No fue así para Rasmané. Cuando nació en su casa de Tanghin, una pequeña aldea a unos quince kilómetros Ouahigouya, su madre falleció. "Mi esposa murió justo después de dar a luz a nuestro hijo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de verlo antes de irse. Me afectó enormemente y alteró a toda la familia. Cuando trajeron a mi hijo a casa, empezaron a surgir las dificultades. No había leche ni alternativas para alimentar al niño. Me dolía mucho ver a mi hijo llorar y no podía hacer nada al respecto. Nadie sabía qué darle de comer. Como padre, sufrí mucho dolor", nos cuenta el padre del pequeño, Seydou Ouédraogo.
Tanta era la desesperación del padre que se lo confió a su propia madre, la abuela del pequeño, pensando que ella lo podría cuidar. Pero su abuela, que también vive en condiciones de pobreza, no tenía medios para alimentar al recién nacido. Le daba la leche que ella tenía en casa, un alimento que fue debilitando al pequeño. "Notamos que el niño empezó a enfermarse. No dejaba de llorar. Comprendí que la situación empeoraría si no encontraba una solución. Me informaron de la existencia del orfanato de Educo, así que vine a Ouahigouya con mi madre para que me ayudaran”, cuenta el padre de Rasmané.
Cuando Rasmané llegó a nuestro orfanato el año pasado, su salud estaba muy debilitada: era un recién nacido muy menudo que había perdido todas sus fuerzas debido al constante llanto por falta de leche. Después de acogerlo, el equipo del orfanato se aseguró de que Rasmané recibiera atención médica. Fue examinado por el médico del equipo y supervisado por una enfermera que estuvo pendiente del pequeño en todo momento, como haría una madre con su recién nacido.
Todos los bebés que ingresan en nuestro orfanato lo hacen con el compromiso de su padre, madre o familiar de que se haga cargo de visitarlo regularmente para no cortar el vínculo parental.
"Desde que mi hijo ingresó, está en buena forma, está sano. Me siento muy aliviado de verlo en buenas manos. Lo visito muy a menudo para ver cómo está. Nunca he encontrado a mi hijo llorando o enfermo y eso significa que está bien cuidado”, dice Seydou. Todos los bebés que ingresan en nuestro orfanato lo hacen con el compromiso de su padre, madre o familiar de que se haga cargo de visitarlo regularmente para no cortar el vínculo parental y facilitar la reintegración del niño cuando con tres años regrese a su casa.
Seydou no rompe esta regla por el bienestar de su hijo. Visita regularmente el orfanato para pasar tiempo con su hijo, acompañado siempre de su madre, para preparar el regreso del niño a su familia. Porque cuando salga con tres años, será la abuela de Rasmané quien cuidará de él. "Realmente agradezco a Educo por todo lo que ha hecho por mi nieto. Cuando me dieron al niño después de su nacimiento, realmente no sabía qué hacer. Me costó mucho cuidarlo. Soy vieja y no tengo leche y ningún alimento era el adecuado. Educo realmente me salvó de esta situación y le estoy muy agradecida”, nos cuenta su abuela.
Rasmané hoy tiene 10 meses. Es un bebé sano, que ya gatea y muy juguetón con sus compañeros de guardería. En nuestro orfanato de Burkina Faso conviven unos treinta bebés que se han quedado sin cuidador que se pueda hacer cargo de él. A todos ellos les damos un cuidado y atención completos: una correcta alimentación, revisiones médicas periódicas y tiempo de ocio con nuestro equipo de enfermeras y cuidadoras, que cada día preparan actividades de recreo adecuadas a su edad.