En el norte de Burkina Faso las minas de oro son una constante en el paisaje, como también lo es ver a niños y niñas trabajando en ellas. Los agujeros de acceso a la mina son pequeños, así que el cuerpo de un niño puede ser el idóneo para introducirse en él y sacar el máximo de mineral posible.
Trabajar en una mina puede ser unos de los trabajos más duros del mundo para un adulto, pero siendo un niño aún es peor: por la peligrosidad del lugar, por las condiciones de trabajo y, sobre todo, porque pierde la oportunidad de ir a la escuela y ser lo que decida ser.
Hoy, de la mano del director de Burkina Faso Ollo Palé, viajamos hasta este país africano para conocer qué hacemos ante esta dura realidad para lograr que más niños, niñas y jóvenes vuelvan a la escuela.
Una tarea ardua ya que muchos de estos jóvenes trabajadores en las más de 1000 minas existentes en Burkina acuden por su propia voluntad: “Dejé la escuela en el segundo año de primaria para trabajar en una de las minas de oro. Me influenciaron mucho mis amigos que ya estaban allí. De hecho, vi que varios de ellos habían comprado motocicletas o bicicletas y las exhibían por mi pueblo. Así que pensé que no tenía nada que ganar quedándome en clase”, nos cuenta Nacanabo Karim, un joven burkinés de 18 años al que por suerte tuvimos la oportunidad de conocer y ayudar.
Burkina Faso , derechos infancia , educación , escuela , protección
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