A sus 16 años Brayan Steven Quintanilla, es un adolescente completamente convencido de que su voz, y la de todos los adolescentes y jóvenes del mundo, tiene poder.
Llegar a ser consciente de este
poder transformador no ha ocurrido de la noche a la mañana, sino que ha sido un proceso que inició inconscientemente desde hace algunos años.
Todo comenzó paradójicamente gracias a uno de sus pasatiempos favoritos: la danza folklórica. Al ser parte del grupo de baile
Artesanos de la Danza, Brayan fue convocado por la alcaldía municipal para participar en la inauguración de una de nuestras
Casas de encuentro en su barrio.
Así nos conoció y tras cursar uno de los talleres sobre salud sexual y reproductiva descubrió su interés por conocer más sobre los diferentes
derechos de los niños y jóvenes y se fue involucrando cada vez más en los diferentes talleres de formación.
“Antes era como una oruga, no conocía nada sobre mis derechos y me quedaba con la información que daban los maestros en la escuela o con lo que escuchaba en las noticias. Ahora conozco cuáles son mis derechos, mis deberes y también quiénes deben de garantizar que se nos respeten y se cumplan, como el de ser escuchados y tomados en cuenta”, comenta el joven.
Los jóvenes participan de verdad
Hace un par de años, Brayan tuvo la oportunidad de representar a los jóvenes salvadoreños en un encuentro de directivos del Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes de la Organización de los Estados Americanos en Panamá.
Si los problemas del mundo se vieran desde la mirada de un niño, la mitad se resolvería y la otra mitad ni siquiera existiría
Esa fue la primera oportunidad en la que se tomó en cuenta
la participación de los niños y jóvenes en reuniones de alto nivel. En este diálogo, Brayan expuso el contexto de los derechos de la infancia y adolescencia en El Salvador frente a representantes de diversos países de América y el Caribe, y presentó uno de los principales problemas que sufren las jóvenes de El Salvador: la violencia sexual y las cifras alarmantes de embarazos.
“Esta ha sido una de las experiencias que ha marcado mi vida, pues me di cuenta de lo importante que es que escuchen nuestra voz. Siempre hablan de los problemas que nos afectan, pero no nos toman en cuentan. El reto que enfrentamos los adolescentes y jóvenes es que somos muy grandes para ser niños, y muy pequeños para ser adultos. Eso tiene que cambiar,
queremos participación activa y no solo decorativa”, manifiesta Brayan.
Asimismo, su voluntad para que se tome en cuenta a los jóvenes no se detiene. Ahora está preparando el estreno del musical
MACC -que significa música, violencia y cicatrices-, con el que pretenden sensibilizar a la sociedad y a quienes toman decisiones sobre
la violencia sexual que sufren, en especial las niñas y adolescentes.
“Una de las cosas que nunca voy a olvidar de la reunión en Panamá es esta frase que compartió otra joven: ‘Si los problemas del mundo se vieran desde la mirada de un niño, la mitad se resolvería y la otra mitad ni siquiera existiría’. Muchas veces nuestra opinión queda plasmada solo en papeles, pero yo seguiré luchando porque
nos escuchen y actúen de verdad, porque creo en un futuro diferente para la infancia y la adolescencia de mi país y de todo el mundo”, finaliza el joven.
Historias como la de Brayan nos reafirman la necesidad de un
cambio de paradigma mundial sobre la manera en la que los gobiernos y las sociedades observan el papel de los jóvenes. Necesitan
más oportunidades para expresar su voz y hacer valer sus derechos.
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