Ángela tiene para pasar el mes lo que cobró hace una semana. Poco más de 40 euros para ella y para su hija. Para su hija y para ella, mejor dicho, porque Ángela apenas gasta en sí misma. La niña tiene 18 meses y es un torbellino de energía que solo quiere correr desde que se arrancó a caminar.
Hoy, la nevera está vacía y Ángela tiene que salir a comprar. Consigue poner a la pequeña en el cochecito y va al supermercado que hay debajo de casa. Ha hecho sus cuentas y solo lleva el dinero justo. Un euro de más le desmonta las peores previsiones.
Recorre los pasillos con la idea clara de lo que busca y lo hace rápidamente porque la peque empieza a querer bajarse. Lo primero, los pañales, uno de los gastos por norma más grandes. Hecho. Colgados de una de las asas del cochecito.
En las neveras, yogures, marca blanca, una bandeja de lomo. Hecho. Un par de pasillos más. La niña saca el pie y tira unos tetra briks. Cariño, por favor, ya terminamos. Arroz, salsa de tomate. Todo colocado en la capota plegada del cochecito. Hay tres personas en la cola. Bebé, cariño, ya casi estamos. La chica que tienen delante se gira porque oye a la niña protestar y le hace un gesto con la mano a Ángela. Pasa, pasa, no tengo prisa. Agradecida, Ángela coloca la compra en la cinta transportadora y la cajera empieza a pasar los productos por el lector. Pip, pip, pip, pip. 26 euros con 13 céntimos.
No puede ser. La semana pasada compré lo mismo y no llegó a 24 euros. No me llega. ¿Y ahora qué dejo? Y encima tengo cola detrás, seguro que me están mirando mal. Qué vergüenza. Voy, voy, cariño, ya nos vamos. Qué calor. Perdona, ¿puedes quitar el brik de tomate?
Ángela alarga la mano hacia el bote de tomate para devolverlo, pero la cajera, consciente de la situación, la coge del brazo cariñosamente, la mira a los ojos y le sonríe. Tranquila, yo me hago cargo. Pero. Tranquila, yo pondré el dinero cuando acabe mi turno, hoy por ti, mañana por mí.
La historia de Ángela es ficticia, pero basada en hechos y en datos reales: uno de cada tres niños, niñas y adolescentes –2,6 millones– está en situación de vulnerabilidad en España y muchos de ellos ven comprometido el acceso a una comida saludable al día. Muchos hogares españoles tienen dificultades para llegar a final de mes. Las principales razones son la precariedad laboral y la subida de los precios.
Desde Educo exigimos medidas urgentes para acabar con la pobreza: más becas comedor, trámites más sencillos y más plazas de comedor escolar. Pero vamos más allá. Reclamamos la gratuidad de la educación de 0 a 3 años y también que el comedor escolar sea universal y gratuito porque forma parte del derecho a la educación.
Este verano hemos puesto en marcha un año más nuestro programa de Beca Comedor Verano para que niños y niñas de familias con dificultades económicas puedan disfrutar del verano, ya sea a través de colonias urbanas o campamentos de verano. El verano pasado facilitamos más de 4.000 becas en los meses de verano y unas 100.000 comidas.
Desde 2013 hemos repartido 59.000 becas comedor y más de 5 millones de comidas a niños y niñas de toda España. Si puedes, colabora.
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