En la zona de Cox’s Bazar, el campo de refugiados más grande del mundo situado en Bangladesh, la mayoría de los niños y niñas de entre 5 y 7 años trabajan procesando pescado seco, dejando de lado la escuela.
Para luchar contra esta dura realidad, llevamos a cabo un proyecto con el que queremos proteger a los niños y niñas reduciendo el trabajo infantil peligroso, especialmente el que se realiza en el sector de la transformación del pescado seco. Y lo hacemos concienciando a las familias para que lleven a sus hijos e hijas de vuelta a la escuela, lo que les asegurará una vida digna.
Pero no solo concienciamos a las familias, también llevamos a cabo campañas de concienciación a nivel comunitario. Porque queremos cambiar realidades y solucionar los problemas desde la raíz, construyendo unos cimientos sólidos a través de la educación no solo para los más pequeños, sino también para las familias y los pueblos enteros.
Aunque a veces, cuando conocemos casos concretos como el de la joven Tumpa de 15 años, nos damos cuenta de que el mundo, muchas veces, es un lugar hostil para los más pequeños, especialmente cuando quienes tienen que querernos de manera incondicional y garantizarnos protección, nuestros padres, nos abandonan.
Eso es lo que hizo el padre de la joven que decidió meter en su hogar a su nueva esposa para torturar a su mujer, la madre de Tumpa, y luego la abandonó a ella y a sus cinco hijos y se desentendió económicamente de ellos, obligándolos a dejar la escuela para ponerse a trabajar.
Pero no se fue lejos, se instaló en una casa contigua con su nueva mujer y creó una nueva familia mostrando completo desinterés por su familia de origen: “Mi padre vive al lado. Lloro cuando veo que quiere a mis hermanastros. ¿Por qué no nos quiere a nosotros? Mi hermana pequeña siempre intenta jugar con él, le lleva sus juguetes, pero no le hace caso, aunque la tenga al lado, más bien la ahuyenta cuando la ve cerca”, nos cuenta apenada Tumpa.
Cuando se quedaron solos su madre se dió cuenta de la preocupación que tenía su hija e hizo todo lo posible para que no abandonara la escuela. Aprendió a coser y pidió un préstamo para comprar su propia máquina, pero llegó la pandemia de la COVID-19 y complicó las cosas un poco más. Tumpa tuvo que empezar a ayudar a su madre a coser y también se hizo cargo de todas las tareas domésticas.
Y dejó de estudiar...
Hasta que llegó hasta nosotros su hermana pequeña, a la que ayudamos a volver a la escuela. Cuando Tumpa vio todo lo que hacía su hermana pequeña quiso reincorporarse y seguir con sus estudios. Y también la formamos profesionalmente para que aprendiera a coser.
"Además de estudiar y trabajar, quiero ser autosuficiente", dice Tumpa. Por eso, hace algunos encargos de sastrería con la ayuda de nuestra formadora, de quien está aprendiendo el trabajo. Los ingresos mensuales se los entrega a su madre para que pueda sacar adelante a la familia. Su determinación y esfuerzo son innegables, pues estudia de día y de noche: "Quiero olvidar los dolorosos días del pasado. Mi sueño es convertirme en diseñadora y con la ayuda Educo seguiré adelante y lo conseguiré."
Claro que lo conseguirá, y ahí estaremos nosotros, acompañándola a ella y a otros muchos niños y niñas en el camino que los lleve hasta lograr sus propósitos.
Bangladesh , derecho a la eduación , educación , Pobreza , Pobreza infantil , Trabajo infantil
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