Los mayores nos preocupamos mucho por la alimentación de nuestros hijos, hasta el punto de que las comidas pueden llegar a convertirse en momentos estresantes o incluso en auténticas batallas campales. Preocuparse por la alimentación es importante pero los padres tenemos que desterrar algunos mitos que no hacen sino perjudicar la relación que tienen nuestros hijos con la comida.
Comer no es sólo alimentarse. La relación que mantenemos con la comida se establece en buena parte durante nuestra infancia y viene determinada en muchos casos por el comportamiento de nuestros padres durante estos momentos. Como animales sociales la comida es para nosotros una ocasión de interacción con otros, además de fuente de placer y ¿por qué no? de diversión. Comer es imprescindible y es mejor hacerlo con gusto, sobre todo cuando estamos aprendiendo. Los hábitos alimentarios se adquieren durante la niñez, pero, en contra de lo que piensan la mayoría de los adultos, tienen más que ver con tomarse las cosas con calma que con la disciplina.
Desde que nacemos los seres humanos tenemos mecanismos biológicos que nos sirven para regular nuestra ingesta de alimentos. Los bebés lactantes saben perfectamente cuando tienen hambre y cuando quedan saciados y por eso la mayoría de los pediatras recomiendan que la lactancia, ya sea al pecho o con biberón, se dé siempre a demanda del peque. Y hasta ahí la cosa suele ir bien, pero entonces nos toca introducir otros alimentos...
1. Numerosos estudios indican que si se ofrece una variedad de comida sana los niños son capaces de tener una dieta balanceada y nutritiva sin necesidad de que los adultos nos pongamos muy cansinos. Si los dejamos elegir comen mejor. 2. Cuando un niño rechaza constantemente un alimento es posible que no le siente bien. Con cada vez más intolerancias - al gluten o a la lactosa por ejemplo - diagnosticadas también en adultos, escuchar a nuestros hijos cuando dicen que algo les hace daño es la mejor forma de protegerlos. 3. No hay que comer de todo. Se puede vivir perfectamente y llevar una alimentación sanísima sin haberte comido un kiwi jamás. 4. Es mejor ofrecer alternativas que insistir. 5. La comida no debe utilizarse como forma de castigo o chantaje. No hay que "dejar sin postre" ni tampoco pedir "esta por mamá". 6. Las porciones han de adecuarse al apetito del niño. Sólo el niño sabe si puede comer "un poquito más" 7. Jamás se debe obligar a un niño a comer.
La realidad es que, si no tienen a su disposición enormes cantidades de chocolate, bollos y chuches los niños comen bien. Aunque no coman acelgas si les encantan las ensaladas ¿qué más da? No ponerse nervioso, ofrecer comida sana y nutritiva y confiar en nuestros hijos es la mejor manera de establecer hábitos alimentarios saludables que duren para siempre. O mejor dicho, de no perderlos: la mala relación con la comida se aprende, es cultural y tiene mucho que ver con cómo nos lo tomamos los padres.
Difrutar de las comidas es la mejor manera de enseñar a nuestros hijos a comer bien.
Derechos de fotografía: Growing a Green Family, anotherlunch.com
Alimentación infantil , Comida sana , hábitos alimentarios , Nutrición
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