Una de las cruzadas del gobierno de Donal Trump es la construcción de un muro en la frontera con México de más de 1.420 kilómetros que impida la entrada de personas en situación irregular a los Estados Unidos. Una medida muy cuestionada y que viola gravemente los derechos humanos, y más aún cuando se sabe que en los últimos años, el número de niños y jóvenes no acompañados que cruzan la frontera ha aumentado en un 90%.
Es evidente que la solución al problema de la migración irregular no puede ser cerrar las fronteras, sino entender y eliminar las causas que obligan a estas personas a abandonar sus países de origen y dejar a sus familias. Lo primero que hay que ver es cuál es el motivo que induce a estos niños y jóvenes a dejar sus países y emprender un viaje de 4.000 kilómetros hasta la frontera de EE. UU, con todos los riesgos que conlleva.
Más del 35% de los niños y niñas de América Latina que fueron entrevistados en una encuesta global manifestaron que la causa principal era la violencia. “Niños y niñas son testigos de escenas terroríficas: los asesinatos de sus padres, la violación de sus hermanas, desapariciones forzadas de sus amigos, —cuenta Marta Santos País, Representante Especial de la ONU sobre la Violencia contra los Niños— y están expuestos a la delincuencia callejera, a la extorsión sistemática y al acoso por parte de miembros de pandillas dentro de sus escuelas y en sus vecindarios. Miles han dejado la escuela para huir de amenazas de pandillas, acoso y riesgo de reclutamiento forzado, y es especialmente trágico cuando piensas que sueñan simplemente con crecer en un lugar seguro”.
Ante una crisis humanitaria no reconocida que tiene lugar en las puertas de los EE. UU. y México se requiere una atención coordinada y acciones efectivas por parte de los gobiernos y de las instituciones, pero también de la sociedad civil.
Hace dos años lanzamos el programa Confío en cinco países: El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y México, que pretende combatir las causas de partida en los países de origen y dar oportunidades a los menores de edad para que se queden en sus países.
Concretamente trabajamos con más de 11.800 niños, niñas, adolescentes y jóvenes en El Salvador y 1.300 jóvenes y adultos en Nicaragua dándoles apoyo para que puedan acceder a un empleo o crear nuevas empresas y los concienciamos sobre los riesgos de la migración irregular, además de darles las herramientas para que impulsen mejoras en sus propias comunidades.
“Confío está empoderando a jóvenes para ayudar a transformar nuestras comunidades en lugares donde quieran quedarse,” declara Alicia Ávila de Parada, nuestra directora en El Salvador. “Cuando la juventud huye a otros países, presenciamos una perdida significativa de capital humano que podría dar un fuerte impulso a la economía de nuestro país. Nuestra juventud necesita medidas que les hagan escoger quedarse en vez de huir. Confío nos está ayudando a ofrecerles opciones seguras.”
El proyecto tiene como socios a gobiernos nacionales y provinciales, administraciones regionales y redes de ONG para desarrollar cambios sostenibles y positivos en las vidas de estos niños y jóvenes en riesgo.
Un ejemplo de cambio es el testimonio de Angie Vásquez, una joven salvadoreña que ha participado en el proyecto y gracias a él, ha mejorado su vida, su autoestima y a la vez, ha podido emprender un negocio para tener ingresos extras.
Coincidimos con Angie cuando hacía de voluntaria en una asociación que trata a personas con autismo a la que acude su hermano Gabriel, quien sufre este trastorno. “Recuerdo que yo estaba participando en un taller y ahí me encontré con uno de los técnicos de Educo. Él me animó a participar en formaciones de derechos humanos. Creo que estas oportunidades que me brindaron me ayudaron a cambiar mis actitudes porque yo era bien tímida. Logré quitarme esa pena que impedía que explotara mi potencial”, nos cuenta Angie.
Durante ese periodo, Angie logró despertar sus habilidades sociales. Fue un tiempo feliz, hasta que tuvo que abandonar sus estudios para ayudar económicamente a su familia: “Yo vivo solo con mi mamá. Ella no trabaja porque cuida de mi hermano Gabriel. Mi papá no vive con nosotros, él nos ayudaba económicamente, pero tuvo problemas de salud y el tratamiento que requiere es costoso. Yo, como hija mayor y viendo la situación de mi familia, decidí que la salud de mi papá era lo más importante. Fue ahí cuando tuve que dejar mis estudios y buscar la manera de generar ingresos para mi familia. Comencé con un negocio de emprendimiento haciendo pulseras, llaveros de bisutería, morro y otros materiales”.
Un negocio que no le estaba generando suficientes ingresos y que hizo que se planteara migrar hacia otro país, pero gracias a las formaciones recibidas por Confío, se quedó y comenzó a vender los productos que elaboraba.
Angie aprendió que cada una de las dificultades que superó le ayudaron a llegar donde está hoy y le demostraron que es importante no darse por vencida sin importar las adversidades que se presenten: “Yo sinceramente pensaba en seguir estudiando, pero no sabía cómo y ya había comenzado a planificar cómo iba a distribuir los ingresos de la casa y hasta estaba pensando en ir guardando poquitos de dinero para ver si seguía estudiando en línea o de manera presencial”.
Llegó la oportunidad y ahí dije: ‘no puedo desperdiciarla, tengo que aprovecharla’
Pero cuando todo parecía más oscuro, la vida de Angie dio un cambio inimaginable: “Hace poco, en la rendición de cuentas de Fundación Educo, di mi testimonio, y ahí estaba el decano de una universidad cercana. Decidió darme una beca completa para estudios superiores. Sin pensarlo, llegó la oportunidad y ahí dije: ‘no puedo desperdiciarla, tengo que aprovecharla’, y en estos momentos estoy en esos trámites del ingreso a la universidad… esto para mi representa una gran oportunidad y me motiva a continuar y a animar a los demás a no darse por vencidos porque, si yo pude, ustedes también”.
La vida de Angie cambió sin pensarlo. Muchos jóvenes como ella, merecen y pueden mejorar su situación. Por ello, seguiremos trabajando para generar cambios positivos en el futuro de los jóvenes de nuestro país y del mundo entero.
educación , El Salvador , inmigración , prevención de la violencia , violencia infantil
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