La infancia es un tiempo de grandes oportunidades, pero también de gran vulnerabilidad.
Un bebé estimulado será un niño despierto, un joven alegre y un adulto con ilusión por vivir la vida y participar de la sociedad, así que es fundamental impulsar esta primera etapa de enseñanza que empieza en los propios padres y familiares.
Cantarle a un bebé mirándole a los ojos, darle masajes, enseñarle a caminar o a sentarse, a pintar o a dibujar son algunas de las
técnicas que se utilizan para estimular el buen crecimiento tanto físico como psicológico de los más pequeños. Este proceso no es una terapia o método de enseñanza formal, sino un conjunto de técnicas y actividades que buscan desarrollar al máximo las capacidades físicas, sociales y emocionales de los bebés.
En este sentido, las familias y las personas cuidadoras de los niños y niñas tienen un papel muy importante. Deben ayudarles a aprender ofreciéndoles cosas nuevas e interesantes para estimular sus sentidos. Pero,
sobre todo, lo más importante, deben darles afecto.
Como metáfora, podríamos decir que el afecto que necesita un niño en sus primeros años de vida equivale al cemento con el que se sostendrá y construirá una casa. Los recién nacidos y los niños de corta edad conseguirán
una mayor celeridad en este aprendizaje si reciben amor, afecto y atención. Y, por descontado, aliento y estímulos mentales, así como alimentos nutritivos y una buena atención de la salud.
El 90% de conexiones neuronales se dan en los primeros años de vida
Los instrumentos que el niño o la niña utiliza para aprender y descubrir el mundo que le rodea son los cinco sentidos: el tacto, el oído, el olfato, la vista y el gusto, por eso es tan importante la interacción del bebé con los demás, ya que
cuanto más se relacione más rápido será su aprendizaje. A los recién nacidos se les debe estimular básicamente mediante el afecto.
Sostener, mecer y hablar al niño estimula su crecimiento y origina su desarrollo emocional.
Sentirse seguro es una de las mayores necesidades que tiene el bebé. Necesita estar cerca de su madre y ser amamantado cuando él lo pida. El llanto es la manera que tiene de pedirlo, así que si sus cuidadores ofrecen una respuesta rápida ya sea cogiéndolo en brazos o hablándole, conseguirán generar en el niño un sentimiento de tranquilidad y confianza.
Para un correcto desarrollo es necesario que los niños se relacionen, se sientan queridos desde el nacimiento y jueguen con los miembros de la familia. Así se consigue que el niño se sienta seguro, y esto, en un futuro, comportará un
mayor rendimiento escolar e incluso una mayor capacidad de superación ante las dificultades de la vida.
¿Cómo se desarrolla el cerebro?
Hay tres factores que influyen en el desarrollo de las capacidades cognitivas: el código genético que heredamos, la educación que recibimos y el grado de desarrollo de las conexiones entre neuronas.
Está demostrado biológicamente que el niño nace con una serie de circuitos en el cerebro,
las conexiones neuronales, que perderá si no los usa. Pero también tiene la capacidad de crear otros circuitos que no tiene a medida que los va necesitando, es decir, logrará conectar dos neuronas separadas entre sí gracias a un estímulo.
Cuando el niño nace, o incluso cuando está en la barriga de la madre, las posibilidades de conexión son prácticamente ilimitadas, pero en el momento del nacimiento empieza una cuenta atrás hasta los 7 u 8 años. A partir de esa edad, las posibilidades de constituir nuevos circuitos son prácticamente nulas.
El objetivo de la estimulación no es un desarrollo artificial, es decir, no pretende forzar al cerebro, sino todo lo contrario.
Hace falta saber lo que al niño le interesa según la edad, y dárselo buscando siempre la utilidad para constituir los circuitos cerebrales.
Romper el círculo de la pobreza
Llevar a cabo proyectos de estimulación temprana contribuye a la lucha contra la pobreza. La inversión en estimulación temprana asegura un beneficio cuantificable a corto y largo plazo, tanto para el niño como para su país. No obstante, su verdadero valor,
contribuir a formar personas con capacidades y probabilidades de desarrollar una vida plena, no tiene precio ni medida.
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