En un contexto de dificultades sociales, económicas y ambientales, a las que se suman otras barreras aceptadas culturalmente como el desigual reparto de tareas o el acceso a la tierra,
la vida en muchos municipios rurales del norte central de Nicaragua es especialmente adversa para las mujeres. La baja tasa de estudios, la escasa participación en grupos, la sobrecarga con tareas domésticas y responsabilidades de cuidados, así como los altos índices de desempleo suponen una amenaza para el presente y para las expectativas de futuro de muchas jóvenes.
En situaciones como esta, la unión para luchar por objetivos comunes de mejora de vida en todos los aspectos, desde el personal y económico hasta lo social y lo ambiental, se presenta como la vía más eficaz. Las experiencias y los avances destacados por las propias
mujeres que participan en proyectos comunitarios resuenan con fuerza y con esperanza, como una muestra evidente para evitar el éxodo a otras ciudades o países y el tremendo impacto que estas migraciones suponen en el debilitamiento del tejido social de las comunidades.
Las historias de vida de Rosa, Karelia o Keylin podrían resumir este espíritu de trabajo común y superación de muchas mujeres de esta zona. De sus palabras extraemos
la motivación y las ganas de mejorar la vida propia y comunitaria como nexo de unión entre las mujeres participantes en el proyecto
Empoderamiento y desarrollo con enfoque de derechos y equidad de género de mujeres rurales y urbanas en el Norte Central de Nicaragua, financiado por la AACID (Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo) y que llevamos a cabo con los socios locales Proyecto Miriam, FUMDEC e INSFOP.
El proyecto, que se desarrolla en
13 comunidades rurales y periurbanas y cuenta con la participación de 2.520 personas adultas, un 60 por ciento de ellas mujeres, busca fortalecer los recursos personales, el poder de negociación y la toma de decisiones, así como las capacidades organizativas, productivas y administrativas, al mismo tiempo que inciden en la aplicación de buenas prácticas productivas y ambientales desde el análisis de las relaciones de género.
Rosa vive en el municipio indígena de Mozonte, es
madre soltera y un vivo ejemplo de las ganas de superación. Actualmente está estudiando tercer año de licenciatura en Lengua y Literatura. Las condiciones de aislamiento de la comunidad de El Cuyal, donde vive, y el largo camino al centro de estudios –tres horas y media cuando el río está seco y media hora más cuando viene crecido en la época de lluvias– no suponen una excusa para cejar en su empeño. Su participación en este proyecto le brinda la oportunidad de ser secretaria del banco semilla, ser promotora de un proyecto de pollos de engorde y llevar a cabo un estudio comparado de estos con los llamados pollos indios.
Su compromiso con el proyecto es fortalecerse a nivel personal y adquirir conocimientos para compartirlos con el resto de la comunidad:
“Me gusta trabajar en beneficio de la comunidad, siembro mi parcela, realizo todas las labores, desde la preparación del terreno hasta la cosecha de la producción obtenida, para garantizar la alimentación de mi familia y la semilla para el próximo ciclo de producción”.
Esta mayor involucración de Rosa en la vida comunitaria ha sido fortalecida por los distintos talleres que se han llevado a cabo desde el inicio del proyecto, en enero de 2020, y que han contemplado una formación diversa, no solo a nivel técnico en aspectos organizativos, administrativos y legales para formar cooperativas y en el uso adecuado de los recursos y
eliminación de malas prácticas, como la deforestación o la incorrecta disposición de desechos líquidos y sólidos para fomentar el respeto al entorno medioambiental, sino también otros aspectos no menos importantes como la reflexión sobre el reparto de tareas, la organización tradicional del trabajo y las relaciones de poder en familias y comunidades, o la mejora de la autoestima.
Todas estas acciones enmarcadas en el proyecto buscan la
mejora de vida de las mujeres y de las comunidades a través del ejercicio de varios derechos: el derecho a participar en la vida de la comunidad, a tener sus propios recursos y decidir a qué destinarlos y a vivir en un entorno libre de violencia.
Karelia, de 37 años, vive desde 2007 en la comunidad de San Pedro, en el municipio de Estelí, en una casa que le presta su cuñado, con sus tres hijos, su marido y una hermana, y su participación en el proyecto le sirve para darse cuenta de las capacidades ocultas: “Tenemos talento escondido y hay que sacarlo”. Karelia muestra
la importancia del empoderamiento personal como condición previa para el económico, partiendo de la base de que el trabajo constituye uno de los principales componentes de la vida social: “El trabajar es una bendición, es una oportunidad más; me siento mejor por el respaldo y la confianza que me han dado en Educo y Proyecto Miriam y los otros organismos como la Comunidad de Andalucía”.
Pese a que nunca había participado en grupos ni cooperativas, Karelia se integró activamente desde el inicio del proyecto en los procesos de sensibilización de género, lo que le dio fuerza y motivación para capacitarse y certificarse en educación cooperativa como requisito para asociarse en la cooperativa que se constituyó con mujeres emprendedoras de la comunidad y con el apoyo del consorcio a través de Proyecto Miriam.
Los nuevos
aprendizajes adquiridos han acentuado su espíritu altruista y la sororidad, algo que queda fielmente reflejado en el apoyo mutuo que se brindan ella y una joven de la comunidad, intercambiando su apoyo para que esta termine sus estudios de educación primaria a cambio de colaboración en las tareas del hogar por parte de la joven cuando Karelia sale a comprar o a vender.
En una comunidad donde la mayoría de sus pobladores se dedican a la cosecha de maíz, frijoles y café, vive Keyilin, de 28 años. Keylin, que fue madre a los 18 años, participa en la escuela de formación de lideresas comunitarias y
destaca lo aprendido en el curso de promoción ambiental y agropecuaria, donde aprendió a interpretar los boletines agrometeorológicos, herramienta fundamental para valorar las épocas apropiadas para la siembre de los diferentes ciclos productivos.
Keylin destaca el carácter práctico y útil de esta y otras formaciones que contempla el proyecto, ya que están basadas en
relacionar una serie de derechos con su aplicación en el día a día que viven ella y todas las mujeres de la zona. Participa en varias actividades a nivel municipal y en intercambios de experiencias, además de ser tesorera del comité municipal de mujeres: “No todo han sido maravillas, he pasado dificultades, pero las he disfrutado, tengo muy claro que participando en capacitaciones se aprende mucho y han sido de gran ayuda para lograr el éxito que hoy tengo”.
Se trata, sin duda, de ejemplos de vida que muestran la
importancia de la toma de conciencia de derechos, de aplicarlos a la realidad diaria y de la importancia de la organización y unión para luchar por objetivos comunes.
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